lunes, 24 de marzo de 2008

Lunes 17: La llegada

Tras un retraso de hora y media por la nieve que caía en Copenhague, no llegué al aeropuerto de Keflavik (a unos 48 kilometros de Reykjavik) hasta casi la una de la madrugada. Allí me esperaba mi principal compañero de viajes y experiencias durante mi voluntariado en Italia, el gran Friðrik (Federico para los amigos), sonriente, bonachón, pero sobrio y reservado a la hora de expresar sus emociones. Así, en general, me parecieron los islandeses, aparte de algo excentricos y alocados en cuanto beben un poco más alcohol de la cuenta.

Rumbo a Reykjavik, primeras impresiones e intercambios de experiencias...que haces ahora, dónde trabajas, como te va la vida, etc.. En general vive bien y cómodo, cosa bastante normal en un país que copa el primer puesto en desarrollo humano según la ONU (España tiene el puesto 13 y Lituania el 43) , en el que la esperanza de vida es bastante elevada y en el que el desempleo es practicamente nulo.

En cuando deshice la maleta y me organice un poco, me fuí a dormir, ansioso e impaciente por empezar a explorar el lugar y, sobretodo, encontrarme con el Capi.

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